1.Razón poética
María Zambrano (Málaga, 1904-1991) fue discípula de Ortega y Gasset y perteneció a la escuela de Madrid, que aglutinaba a los pensadores españoles del momento. Influenciada por los místicos- san Juan de la Cruz- y por la poesía de Machado, sustituye la razón vital orteguiana por la razón poética: la poesía es su modo peculiar de superar el racionalismo, tal como Heidegger había planteado con anterioridad. En el concepto de razón poética, que la distancia de Ortega, confluyen todas las inquietudes de Zambrano: se trata de un concepto de razón más amplio, que no se opone a las emociones, que cuenta con las pasiones, con lo irracional del ser humano. Esta nueva razón aparece ya a partir de obras como El hombre y lo divino (1955), Claros del bosque (1977), De la aurora (1986).
En sintonía con Ortega y su razón vital, Zambrano recurre al concepto de razón poética como método fenomenológico para acceder a las profundidades del espíritu humano. Parte de una visión trágica del ser humano: identificar al hombre con la razón ha sido el gran triunfo de la filosofía occidental, pero esta creencia occidental es falsa. “Una razón sintiente y un sentimiento razonable, eso es el hombre”, escribe Zambrano. Al pretender salvar al hombre, lo que ha conseguido el racionalismo ha sido condenarlo, pues le ha hecho creer que hay una identidad entre ser y pensar, y que por ello lo racional y solo lo racional es real, y viceversa.
El rechazo del pensar discursivo es característico del pensamiento de Zambrano: el ser humano ansía el saber, pero este no está ahí fuera ni hay un camino prefijado accesible a la razón discursiva. En todo caso, la búsqueda del saber no nos garantiza su obtención, pues la verdad es ante todo un encuentro, un don, una revelación. El verdadero saber es saber del alma, en un doble sentido: el que sabe el alma (no la razón) y el que versa sobre el alma, sobre el espíritu. Este conocimiento no se acota en los límites marcados por el racionalismo: es un saber en el que está implicado necesariamente el sujeto, en el que la explicación del mundo es inseparable de la vida del individuo que explica el mundo.
Las formas de este saber son aquellas que, pareciendo antagónicas, disuelven su antagonismo al unirse: son la poesía y la filosofía. La razón poética supone la unión de contrarios (pensamiento- vida, conocimiento-gozo, razón-poesía…) para restituir la totalidad humana: reducir la heterogeneidad a la unidad. La filosofía sola, buscando ajustar la realidad al pensamiento, acaba negando lo aparente, el mundo, por lo que genera en el hombre violencia y desgarro. Por el contrario, el poeta es un ser “asombrado y disperso” que persigue la multiplicidad, las apariencias. Por otra parte, la “razón poética” es creadora del palabras y pensamientos: cuando la filosofía se hace poesía, entonces alcanza la sabiduría y no se expresa en conceptos o en discursos racionales, sino en formas de filosofía poética, como la meditación o el aforismo (recuerda que el aforismo era una característica de Nietzsche). Zambrano se propone así, con su razón poética, el regreso a la persona humana íntegra.
Podemos rastrear las huellas de estos planteamientos en el interiorismo de san Agustín, en la fenomenología de Husserl, en la teoría del lenguaje como casa del ser de Heidegger, en el vitalismo de Bergson, en Unamuno y en el raciovitalismo de Ortega. Zambrano recupera el estilo de filosofar de la tradición cristiana (san Agustín, san Juan de la Cruz). En esta línea de pensamiento sitúa a Spinoza, al que considera un místico racional. Frente a la crisis del racionalismo, opone, pues, la intuición poética como medio de acceso a la verdad y como expresión de esa verdad, que no puede encerrarse en los conceptos puros del entendimiento.
El ser propio de la cultura y de las gentes de España es reacio a la filosofía como se ha desarrollado en Occidente: su modo específico de filosofar se caracteriza por su voluntad de rechazo de todo sistema. El español ama la realidad plena, y es contrario a sistematizarla y a pretender conocerla de manera racional. El ser de España no se refleja en un sistema de conceptos, sino en la poesía, la pintura, la novela e incluso en los dichos populares y refranes.
2.Lo sagrado y lo divino
Lo sagrado es el logos, el arjé del cual todo surge y al que todo debe llegar. La relación del hombre con lo sagrado ha sido siempre problemática, y es lo que ha determinado la filosofía a lo largo de la historia de Occidente. El hombre ha tratado de dar forma a lo sagrado, que es algo oscuro y misterioso, primero con la aparición de los dioses en Grecia, transformando lo sagrado en lo divino. El ser humano ha tratado de apropiarse de las características de lo divino para alcanzar una existencia independiente y surge como existente en su enfrentamiento con lo divino. Con Nietzsche y Marx se llega a negar a Dios, pero Dios ha ido tomando las formas de la Historia, la Sociedad o el Futuro, que vuelven a ser dioses insaciables que devoran al hombre.
Zambrano cree en el retorno del hombre al seno de lo divino. Este retorno no puede hacerse a través de la ciencia teológica, sino a través de la mística. La filosofía tiende en última instancia a ser un saber acerca de Dios, ya que “todo está en Dios y se concibe por Dios”, como había afirmado Spinoza. El hombre está en Dios, y Dios se manifiesta al hombre, no ya en las Escrituras o en una religión positiva, sino en las “claridades” de la cotidianidad: en el tiempo, en la alegría, en el amor. El hombre debe estar “atento” a estos “signos” de la manifestación de Dios. La religión cristiana es, para Zambrano, la religión que más y mejor ha expresado la comprensión de lo divino y, entre sus manifestaciones, la mística española es un momento culminante.
3.Persona y democracia
Zambrano considera dos vertientes en la realidad humana: el pasado y el futuro. La historia, la tradición, la herencia constituyen un pasado que el hombre interioriza de manera personal y lleva consigo como un inconsciente histórico. En cuanto al futuro, Zambrano lo concibe como destino que el hombre debe forjarse con su conciencia y su libertad. Al inventar su propia vida, el hombre necesita ir más allá de lo heredado, trascenderlo y superarlo. Esa vida que el hombre ha de forjarse exige la libertad: ser persona es ser libre. El sentido de la sociedad y de la historia es precisamente la persona- y no al revés-, de manera que es la sociedad la que debe hacer posible la libertad. El individuo sin sociedad no sería más que naturaleza, pero la sociedad no es más que un medio para potenciar la realización de la persona. De ahí que Zambrano plantee la necesidad de la democracia, que define como un tipo de sociedad en la cual no solo está permitido, sino exigido, ser persona.
(Roger Corcho Orrit y Rosario González Prada. 2Bachillerato Historia de la Filosofía. Editorial Anaya. Madrid. 2023)